miércoles, 3 de marzo de 2010

El hogar

Acabo de pasar unos días en Almería, la ciudad en la que he crecido. Bueno, mi ciudad, todavía, porque allí es donde me siento como en casa. Vivo en Madrid, pero aquí nunca dejo de tener la sensación de que estoy de paso, de que este piso en el que vivo es temporal, de que algunas de las calles que recorro, sólo las recorreré usa vez. Para mí, Madrid es un aquí y ahora, las cosas pasan desapercibidas para casi todos, puedo hacer lo que quiera, los límites los pongo yo.

Estas son las ventajas de no estar en tu hogar. Y el encanto del hogar se reduce al poco tiempo que pasas en él. Vuelves con una familia a la que extrañas, a recorrer las mismas calles de siempre, a ver a los viejos amigos, con los que apenas hablas, pero que siguen siendo los mismos, siguen mirándote igual y hablandote como si nada hubiese cambiado. Y el mar, el mar si no que falla. Igual de inmenso, con la misma música, y su brisa, que te vuelve la piel más sana y los pulmones más puros. Y te das cuenta de hasta que punto echas de menos tu hogar. Pero te da igual, no se puede tener todo, y lejos lo tengo casi todo.

Quiza vuelva, creo que en Almería sería feliz. No ahora, eso está claro. Aún me quedan algunas etapas por quemar, volver es algo que siempre tendré en la cabeza, hasta que vuelva, ¿y entonces? Entonces, veremos.

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